Es un héroe mítico descrito con gran elogio en todo el mundo y reconocido como uno de los héroes más legendarios que tuvo Grecia. Muy famoso por su inteligencia, perspicacia y fuerza, Odiseo (Ulises) llega al mundo en la pequeña isla griega de Itaca, específicamente en el monte Nérito. Su madre decide nombrarlo Odiseo, ya que en el camino a su nacimiento, una tenue lluvia se hizo presente.
Fue hijo de Laertes y Anticlea, aunque otras versiones indican que Odiseo nace de la unión entre Anticlea y Sísifo en la ciudad beocia de Alalcómenas. Como muchos de los grandes héroes helenos, Odiseo era un valeroso discípulo del centauro Quirón con quien se crio y aprendió demasiado, demostrando ser un destacado alumno. Quirón llenaría de mucho conocimiento a Odiseo, conocimiento que luego les sería muy útil a lo largo de su travesía por Grecia y sin duda a lo largo de su vida.

Juventud de Odiseo
Tabla de contenido
Con su gran habilidad para la caza, un día, Ulises sale de cacería con su querido abuelo Autólico, rumbo al monte Parnaso. En su paso por el monte se encuentran un jabalí y estarían listos para darle caza. En el ajetreo, Ulises es lastimado por el furioso jabalí que le propinó un letal arañazo en la rodilla. Ulises y su abuelo acuden rápidamente a sanar la herida. El jabalí lo lastimo tanto que le dejó una gran marca en la rodilla, marca que duraría para toda la vida.
Así pasó la mayor parte de su infancia, entre pequeñas aventuras con su abuelo y aprendiendo de Quirón de su padre y de su abuelo. Muy joven Ulises decide viajar a distintos lugares de Grecia, dándose a conocer como el príncipe de Itaca. Entre sus viajes se encontró con Ífito quien era hijo de Eurito. El rey Eurito hace años había recibido un poderoso regalo divino del dios Apolo.
Este le habría obsequiado el arco más poderoso de todo el mundo con sus fervientes flechas. Más tarde, Ífito hereda el arco de su padre, logrando grandes hazañas en su pueblo. Ífito en su encuentro con Odiseo decide regalarle el poderoso arco de Apolo que su padre le había heredado como un gesto de hospitalidad. Muy emocionado y agradecido, Odiseo entrega una espada y una poderosa lanza.
Luego de tan exitoso viaje, regresa a Itaca con su abuelo, quien en un descuido había robado varias yeguas del palacio de Ífito. El abuelo ya había cambiado la forma de las yeguas para que no sean reconocidas. El abuelo de Odiseo era un maestro del robo y podía hacerse de cualquier cosa cambiándola de forma rápidamente para que fuese irreconocible por sus dueños. Autólico recibió este gran don de su padre, el dios Hermes.
Ulises continuaba con sus viajes de juventud por tierras griegas y llegando a la ciudad de Éfira busca a la hermosa doncella Ilo, con el objetivo de conseguir veneno para sus poderosas flechas. La joven Ilo se niega rotundamente prestarle el veneno y Ulises se marcha disgustado hacia Itaca, al reino de su padre.

En una nueva travesía por el territorio griego, Ulises llega a Tafos, donde fue muy bien recibido. En su estancia recibió muchos regalos y entre ellos el más importante para Odiseo fue un mortífero veneno para sus poderosas flechas. Contento regresa a su tierra. Con mucha práctica, Ulises domina fácilmente el arco y las flechas. Estaba preparado ante cualquier amenaza. Ulises fue el único que logró tensar la cuerda del arco de Apolo, siendo uno de sus mayores dones.
Odiseo iba creciendo y aprendía muy rápido todo lo que su padre hacía para mantener a su reino próspero. Constantemente viajaba y aprendía varias costumbres y formas de vida que ayudarían a su pueblo a sobresalir. Se crio muy noble y respetuoso. Él, más que nadie, respetaba a toda costa las leyes divinas y a los dioses.
Pasaron los años y con ellos Odiseo ya se había convertido en un hombre, se había convertido en un adulto. Había aprendido y vivido lo necesario para ahora ser rey. Laertes, su padre, celebra la hombría de su hijo y le entrega el reino con todas las riquezas y poder que hasta ese momento. Laertes había construido.
Helena
Una vez posicionado como rey de Itaca, Odiseo empezaba a gobernar como su padre le había enseñado. Odiseo era tan ágil y sobre todo muy astuto. Ahora que era dueño de un hermoso reino, un reino muy próspero, Odiseo debía elegir a su compañera de vida, debía elegir a su reina. Rodeado de hermosas doncellas, Odiseo es cautivado por la hermosa joven Helena.

Helena era la hija de Zeus. la hermosa doncella era muy popular por su gran belleza y juventud, siendo rodeada por un sin número de pretendientes. Había llegado el momento en el que Helena debía elegir a uno de entre todos sus pretendientes y así gobernar Esparta.
Helena había elegido Menelao como su esposo y nuevo rey de Esparta, rechazando a todos los otros pretendientes que peleaban por ella. Con esta decisión también se dispone que entre todos los pretendientes de Helena unirían fuerzas y en algún momento esta era ultrajada, convirtiéndose en una promesa inquebrantable.
Lastimosamente, Odiseo, al ver que Helena estaba fuera de su alcance y que no tenía posibilidades de llamar la atención de la hermosa joven, se retira. El rey de Itaca no se daría por vencido hasta encontrar a su futura esposa.
Penélope
Ulises se dedica nuevamente a viajar dirigiéndose a Esparta, al palacio del rey Ícaro. El rey Ícaro de Esparta tenía una hermosa hija llamada Penélope, quien estaba en edad de casarse.

Por ello, el rey convoca a sus pretendientes a una carrera y dice que quien le gane en las carreras sería el esposo de su adorada hija. Ícaro era el campeón de carreras de toda Esparta, estaba muy seguro que nadie le ganaría y su hija jamás abandonaría el reino. Ulises pretende a la hermosa Penélope y participa en la carrera por su amor. Finalmente, lo había logrado, el noble Ulises había ganado la carrera.
Resignado, Ícaro entrega a su hija y propone a Ulises quedarse en Esparta para que su hija no lo abandonara. Ulises responde que no se quedaría, que debía volver a su reino en Itaca. Penélope se cubre su rostro con un hermoso velo en señal de apoyo a su esposo para dejar Esparta. Llegaron a Itaca y Ulises presenta a su pueblo a su reina y con quien gobernaría por el resto de sus días. Penélope es bien recibida en Itaca e inmediatamente llegó a ser una mujer muy querida en el reino.
De la hermosa unión entre Ulises y Penélope nace un hermoso bebé varón, a quien asignan por nombre Telémaco. Cada día el reino de Itaca era más poderoso. Ulises y su amada familia estaban en paz.
El secuestro de Helena
Un día llegaron varios hombres buscando a Odiseo con la noticia de que habrían secuestrado a Helena y que debían ir en su búsqueda todos los pretendientes que aquella vez estuvieron peleando por su amor. Odiseo, al escuchar el relato contado por Menelao, finge estar loco para no participar en la campaña de recuperar a Helena.
Helena había sido raptada por el troyano París, quien era un rebelde y hermoso príncipe troyano. Hijo de Príamo, París había emprendido un viaje hacia Grecia y en poco tiempo había llegado a Esparta, que en ese momento estaba gobernada por el rey Menelao y su esposa, la hermosa Helena. París quedó profundamente enamorado de Helena y creía que era obra divina haber conocido a la hermosa reina y que debían estar juntos como decreto divino.

Según varios autores, dicen que fue raptada por la fuerza y llevada a Troya, en cambio, otras versiones cuentan que Helena también se habría enamorado del hermoso príncipe huyendo de Esparta con él. Odiseo, en su mala actuación de demencia, es descubierto y obligado a participar en la expedición a Troya para recuperar a la reina. Sin imaginarse que sería una guerra tan devastadora que duraría varios años, el rapto de la reina Elena habría ocasionado la mítica y legendaria guerra de Troya.
Guerra de Troya
Lleno de furia, Menelao reunió una enorme tripulación que ayudaría a la invasión de Troya y posterior rescate de Helena. En dicha tripulación participaron los grandes héroes Odiseo, Aquiles y Agamenón. Después de diez años de guerra, los griegos habían ganado al fin la victoria.
Para ganarla, los griegos idearon una nueva treta – un gran caballo de madera hueco. Fue construido por Epeo y lo ocuparon soldados griegos liderados por Odiseo. El resto de la armada griega fingió partir y un espía griego, Sinón, convenció a los troyanos de que el caballo era una ofrenda a Atenea. Los troyanos introdujeron el caballo en la ciudad e hicieron una gran celebración. Los guerreros griegos abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada al resto de las tropas.
Al término de la guerra de Troya, guerra que duró diez largos años, Odiseo, en su desespero de volver a casa, decide acompañar a los hombres de Agamenón un corto trayecto del viaje rumbo a su amada isla de Itaca.

Enfrentamientos con los Cícones
Por infortunio de las tropas griegas, los dioses no querían su camino para bien, y una terrible tormenta provocaría que los barcos de Odiseo y Agamenón se separaran perdiéndose en el enfurecido mar. Con un poco de calma en el mar, Odiseo y su flota al fin pisaron tierra firme, llegando a las costas de Tracia. Los habitantes de dicho territorio, rápidamente, los calificaron como invasores y enemigos, abriendo paso a un enfrentamiento que terminaría con la vida de toda la tribu que habitaba la isla.
Un sacerdote del dios Apolo ofreció a Ulises doce ánforas de vino muy dulce. Este vino era tan poderoso que para beber una copa de tan embriagador vino se debía diluir en diez copas de agua. Agradecido, Ulises perdona la vida al sacerdote. Habiendo saqueado a toda la ciudad, ordena a sus hombres a partir, y de nuevo en el intrigante mar, viajaba en contra de los poderosos y fríos vientos huracanados.
Odiseo (Ulises) y los Lotogafos
En su camino se percata de una isla totalmente desconocida y aparentemente segura. Odiseo ordena inspeccionar la isla y envía a tres de sus hombres a revisar para corroborar dicha especulación de que estaba segura. Los barcos griegos esperaron por horas y horas, pero estos no volvían. Muy preocupado, Odiseo envía a un grupo de hombres armados para dar con su paradero o con la razón de su ausencia.

Al adentrarse en la incierta isla, encontraron a los tres hombres muy desconcertados con la mirada perdida. No presentaban daños, no tenían golpes ni siquiera sangraban, sin embargo, estaban totalmente fuera de sí. El pequeño grupo de hombres insistían a los dementes en regresar a la tripulación sin resultados. Junto a ellos se encontraron a varios habitantes de la desconocida isla, quienes eran los lotófagos. En sus manos solo podían ver un misterioso fruto, el mismo que habían ingerido los tres griegos y la razón por la que no recordaban nada.
Ese fruto era el loto y la isla estaba repleta de ellos. Los hombres en su demencia no sabían nada ni siquiera sus nombres, peor a una terrible guerra que habían pasado y mucho menos a sus familias. Fueron arrastrados y obligados a subir a los barcos. Ya en los barcos, Odiseo decide marcharse de tan misteriosa isla, con la esperanza de que sus soldados iban a recuperarse y recordar quiénes eran.
El gigante cíclope Polifemo
En su travesía, Ulises llega a la isla de Sicilia. Una vez en tierra emprendieron hacia el corazón de la isla, en su caminata cazaron varias cabras y continuaron subiendo hasta encontrarse con una misteriosa cueva enorme. Entraron temerosos para verificar que había dentro y sorprendidos se encontraron varios manjares como leche cuajada y queso. Los griegos estaban festejando tal banquete, muy hambrientos y emocionados por haber encontrado tantos manjares.
En medio de tanto festejo de los griegos, estos fueron sorprendidos por un cíclope gigante, con un aspecto muy espeluznante. El cíclope Polifemo, llegaba a sus aposentos después de un largo día de trabajo. Al darse cuenta de la presencia de las pequeñas criaturas, agarro una enorme roca y sello la entrada por completo. Ulises y sus hombres intentaban mover aquella enorme roca que interrumpía la salida, pero no eran lo suficientemente fuertes y grandes para poder moverla.

Al prestar más atención a los pequeños seres que habían invadido su territorio, el cíclope, ve unos pequeños hombrecitos desesperados que ahora eran sus prisioneros. Ulises, en su desespero, llama la atención del cíclope e intenta hablar con él suplicando ser liberado en nombre del dios Zeus. El cíclope Polifemo responde con furia diciendo no teme a Zeus. Polifemo, el cíclope, agarró bruscamente a dos de los tripulantes, devorándolos por completo, dejando perplejos a todos los demás hombres.
Así pasó la noche y por la mañana Polifemo volvió a devorar a dos hombres más como desayuno, saliendo después al campo con su rebaño. Al pensar en la forma de salir de la cueva y evitar ser devorados por el enorme cíclope, con gran vivacidad y entre todos los hombres de la tripulación logran levantar una vara de olivo muy larga, parte de la leña del cíclope. Con su poderosa espada afilo la punta de la rama y así planearía atacar al cíclope en busca de la libertad.
Al final del día Polifemo regresa con sus animales después de una larga jornada, prepara la cena agarrando a otros dos hombres, devorándolos enteros y quedando totalmente satisfecho. Ulises, atento, se dirige hacia el cíclope diciéndole que le tenía una pequeña ofrenda. Así Ulises levanta el vino hacia el cíclope Polifemo, diciendo que lo pruebe. Polifemo acepta y queda encantado con el vino. Polifemo pregunta a Ulises su nombre, además dice que en agradecimiento sería el último en morir, sería su último bocado. Ulises responde al cíclope muy seguro, diciéndole que su nombre era nadie.
Polifemo, emocionado por lo del vino, empezó a tomar descontroladamente copa tras copa hasta quedar totalmente inconsciente, el cíclope había caído en un sueño muy profundo. Una vez que vieron al cíclope Polifemo caer vulnerable, tomaron la vara, calentaron la punta en el fuego y con todas sus fuerzas clavaron la rama en el ojo del cíclope, girándola muy cruelmente. Entre todo el dolor y sangre, Polifemo se levanta con un gran llanto de dolor y ciego.

Su llanto era tan grande que varios cíclopes vecinos se acercaban a la puerta de la tenebrosa cueva para ver quién era el autor de tan espantosos gritos. Preguntaron al cíclope qué sucedía y este responde entre ira y dolor que nadie lo atacó, lo engañó, repitiendo esto una y otra vez. Los demás cíclopes, al no entender qué sucedía, respondieron diciendo que no podían ayudar, si nadie lo perjudicaba y dejaron al desgraciado cíclope. Finalmente, pasó la noche y Polifemo debía sacar a sus animales de la cueva retirando la piedra.
En su desespero tocaba cada una de las ovejas para verificar que los hombres no estuviesen encima en un intento de escapar. Ulises, al ver esto, ordena a sus hombres atarse debajo de las ovejas para poder salir sin que Polifemo se diera cuenta. Totalmente exitoso el plan ideado por Ulises, lograron salir todos los hombres con vida y zarparon hacia mar abierto de regreso a Itaca.
Odiseo y Eolo (Dios de los vientos)
En su siguiente parada, Odiseo y su tripulación llegaron a aposentos de Eolo, siendo bien recibidos y tratándolos con toda amabilidad y respeto. Eolo tenía en su poder los vientos. Cuando Odiseo decide abandonar la isla para encontrar el camino a casa, Eolo ofrece su ayuda y entrega un valioso regalo. También dice que con la ayuda del regalo, llegaría sano y salvo a Itaca y que no debía preocuparse por el camino.
Eolo entregó una bolsa de cuero a Odiseo que en su interior estaban todos los vientos del mundo y dice a Odiseo que cuide muy bien la bolsa sin dejar escapar los poderosos vientos que contenía. Eolo también dijo que la pequeña brisa que los acompañaba en ese momento los llevaría a casa. Así parte nuevamente Odiseo con su tripulación en búsqueda de Itaca, esta vez más confiado y seguro. Habían pasado varios días y todo marchaba bien, al parecer estaban en la dirección correcta y pronto deberían llegar a Itaca.

Odiseo, en su tremendo cansancio, entra en un sueño arrollador sin imaginarse lo que estaba a punto de pasar. Mientras dormía, varios de los tripulantes se quejaban de la ofrenda que Eolo había entregado Odiseo. Estos alegaban que en el interior de la bolsa había tesoros y que Odiseo no quería compartir dichas riquezas con ellos. Uno de ellos en su enojo decide tomar la bolsa y abrirla para ver qué contenía.
Su sorpresa fue enorme al ver qué vientos huracanados salían de la bolsa sin control, devolviendo los rápidamente al palacio de Eolo. Tristemente, Odiseo busca ayuda en las tierras de Eolo, pero esté muy furioso, se niega rotundamente y los corre de su isla.
Vuelven a navegar a ciegas durante días y esta vez llegan a una isla de gigantes. En su intento de pedir ayuda, Odiseo se da cuenta de que son caníbales y ordena retroceder. Mientas huían, los gigantes atacaban ferozmente a los barcos griegos lanzando gigantescas rocas, provocando terribles naufragios y posteriormente comerse a las víctimas. Todos los barcos fueron despedazados y sus tripulantes devorados a excepción del barco de Odiseo.
Odiseo y Circe, la diosa hechicera.
Ya en mar abierto navegaron y navegaron hasta llegar a una isla muy particular. Esta era la isla de la diosa y hechicera Circe. Al pisar las costas de la isla, varios animales majestuosos les dieron una bienvenida muy amorosa y gentil. Odiseo orden a un grupo de exploradores, buscar provisiones y sobre todo agua dulce. En el camino se encuentran con la hermosa diosa Circe, quien recibe a los navegantes con mucha alegría. Circe los invita a su palacio ofreciéndoles comida y agua. Hambrientos, los soldados aceptan tan magna oferta de Circe, y entran en su hermoso palacio rodeado de animales.
Teniendo miedo, uno de los hombres del grupo decide no entrar y esperar afuera del palacio. Pasaron algunas horas y estos no salían de los aposentos de la diosa Circe, así que decide entrar en búsqueda de sus compañeros. Al entrar se llevó una terrible sorpresa cuando vio sus compañeros que ahora eran unos cerdos. La diosa Circe había convertido a los hombres en bestias.
El soldado corre hacia el barco de Odiseo y comunica tan cruel suceso. Odiseo perplejo se da cuenta de que todos los hermosos animales en la isla eran seres humanos convertidos en pobres animales. Con furia, Odiseo decide salir en busca de sus soldados. Por fortuna, en el camino hacia el palacio de Circe, el dios Hermes ayuda a Odiseo entregándole una poderosa poción que le haría inmune a la magia de la hechicera Circe. Odiseo se presenta en el palacio y reclama a Circe, devolver a sus hombres.

La diosa Circe, se da cuenta de que no podría perjudicarlo con ningún hechizo, descubriendo que él era Odiseo, el héroe de quien tanto se hablaba. Circe se sentía muy atraída por Odiseo y decide devolverle la forma humana a sus tripulantes. Finalmente, Circe trata a Odiseo y a todos sus hombres con gran hospitalidad, ofreciéndoles comida, refugio y agua.
Odiseo aprovecha y decide quedarse por un tiempo en la isla de Circe. Durante ese tiempo los tripulantes recuperaron fuerzas y recolectaron provisiones con el objetivo de zarpar nuevamente y la esperanza de llegar a Itaca con sus familias. Varios de ellos, empezaron a presionar a Odiseo para emprender el viaje. Odiseo también extrañaba demasiado su esposa Penélope y sobre todo a su hijo Telémaco.
La diosa Circe se llena de tristeza y permite salir a Odiseo de su reino para reunirse con su gente. Circe, en su angustia, le dice a Odiseo que baje hasta el inframundo con el adivino Tiresias, para consultar si llegarían a su destino. En su camino hacia el reino de Hades se encontró con varias personas que habían muerto. Se sorprendió demasiado cuando vio a su madre en las tinieblas, pues, no creía que había muerto. Por fortuna logra hablar con ella y tristemente se despide.
Al llegar con Tiresias, este le dice que su viaje aún sería muy largo y sobre todo tendría varios obstáculos por vencer. Al final, el adivino dice a Odiseo que sí, lograra llegar a Itaca con vida para reencontrarse con su familia. Odiseo, lleno de felicidad, al escuchar la última parte, regresa a Circe, para despedirse con una gran pena. Circe le brindó varios consejos que le serían muy útiles en el tormentoso camino a casa.
El canto de las sirenas
Tras un largo recorrido llegaron a la isla delas sirenas y Ulises ordena a sus hombres taparse los oídos con cera y así evitar escuchar el hipnotizador canto de las sirenas. El canto de las Sirenas, obligaban a los marineros a lanzarse al mar y posterior ser devorados por estas criaturas. Ya en el paso por la isla, varias sirenas se acercaban al barco con sus enormes alas y una tierna cara de mujer. Los tripulantes veían sus rostros y se entregaban cada vez más.

Ulises ordena a los hombres atarlo y así poder escuchar los cantos de las míticas sirenas. El héroe griego dijo a sus hombres que si él intentaba zafarse, lo retuvieran con todas sus fuerzas. Empezaron las tiernas voces de las sirenas y Ulises forcejeaba cada vez más fuerte, quería zafarse de las cuerdas y seguir el canto hasta el mar. Afortunadamente, sus hombres lo ataban cada vez con más fuerza y lo retenían con gran resistencia. Siguiendo sus órdenes, poco a poco iban saliendo de la isla y así lograron sobrevivir.
Escila y Caribdis
Continuaron el viaje y se encontraron con unas enormes rocas que parecían interrumpir el paso, estas eran las rocas errantes. Se acercaban cada vez más hacia las gigantescas rocas y el camino era cada vez más estrecho. De un momento a otro se encontraron con Escila, un terrible monstruo marino que tenía el torso de una hermosa mujer y una cola de pez. De su cuerpo salían seis perros con medio cuerpo y dos patas.
Al lado de Escila se encontraba Caribdis, un horrible y peligroso monstruo marino que formaba grandes y mortales remolinos. Tragaba descomunales cantidades de agua durante tres veces en el día, devolviendo cada vez con más fuerza. Con el paso por tan estrecho camino perdieron a varios de sus tripulantes. Por suerte lograron pasar con el barco intacto.
Ulises y el regreso a casa
El viaje de regreso a casa era interminable. Pasaba el tiempo y se terminaron las provisiones. Continuaba en el viaje por mucho tiempo, solo en el mar y al fin llego a su patria. Al fin descanso durmiéndose profundamente. Estaba cerca de la orilla y los navegantes lo bajaron y lo dejaron dormido en la isla. Al despertar, Odiseo, muy emocionado, agradece a los dioses, y un destello de luz se hace presente frente a él.
Era la diosa Atenea quien le aconseja visitar a Eumeo, sirviente del palacio, hombre que ayudaría en su regreso al trono. Eumeo dice a Odiseo que durante los años que estuvo fuera varios pretendientes se sumaban para desposar a su mujer y que debía pelear por ella. En total eran 108 pretendientes que estaban dispuestos a dejar todo por Penélope. Había impresionado tanto la reina, que todos se apoderaron del palacio disfrutando de todas las riquezas del reino hasta que Penélope se decidiera por uno.
Odiseo pregunta por su amado hijo Telémaco y Eumeo dice que su hijo no estaba de acuerdo con los hombres que pretenden a su madre y que ya estaba harto de ellos. Pasa la noche y en la mañana Odiseo decide ir al palacio disfrazado de indigente, con lo cual pasa desapercibido. Nadie lo reconocía y menos los pretendientes de su mujer. Se reencontró con su hijo Telémaco y esa noche planeó su venganza para derrotar a los hombres que estaban pendientes del trono.
Penélope, sorprendida por la llegada de un extranjero al pueblo, decide hablar con él y preguntar si había escuchado algo sobre Odiseo. El extranjero habla con Penélope jurando que su esposo estaría muy pronto en casa. Telémaco dice a su madre que elija a uno de los pretendientes, pero poniéndolos a una prueba. Penélope comunica a los pretendientes que debían pasar una prueba para elegir al nuevo esposo y rey de Itaca.
La prueba consistía en que debían utilizar el arco de Odiseo y demostrar su puntería. El que lograra hacerlo sería el nuevo esposo de Penélope. Sin suerte, ninguno de los hombres logró hacerlo, ni siquiera pudieron tensar la cuerda del poderoso arco. Odiseo toma el arco, tensa la dura cuerda y logra lanzar las poderosas flechas demostrando su puntería. Dando seguimiento a su plan, asesina con sus flechas a los desdichados pretendientes de Penélope con la ayuda de su hijo Telémaco.

Odiseo se acerca a Penélope, pero esta no lo reconoce. Habían pasado 20 años desde la última vez que lo vio. Muy astuto, el héroe griego describe varias cosas de su vida a su mujer. Además, enseña la terrible cicatriz que llevaba en la rodilla a causa del jabalí y está, finalmente lo reconoce. Llena de felicidad que al fin su amado había regresado después de 20 años, dio un banquete. Ulises recuperó su trono, por fin podía estar en paz.