En este artículo vamos a hablar de la Inquisición y sobre todo nos vamos a centrar en la Inquisición española. Cuando oímos la palabra Inquisición, inmediatamente pensamos en muertes, torturas, fanatismo, intolerancia, control y miedo. Estas características indudablemente existieron y por ello se ha tendido a explicar este fenómeno desde un punto de vista un tanto sensacionalista y muchas veces deformado.
Desmentimos en este artículo una serie de tópicos comúnmente aceptados, la mayoría de las veces por bombardeo de información errónea. La Inquisición española, o Tribunal del Santo Oficio, fue una institución que se creó en 1478 por los Reyes Católicos. Fue creada para mantener la unidad religiosa dentro de sus reinos y luchar contra la apostasía, después, más tarde, contra la herejía, es decir, contra cualquier desviación de la fe verdadera.
Tuvo una vida de unos 350 años. A finales del siglo XVIII la Inquisición entró en un periodo de decadencia, convirtiéndose en una antigualla que navegaba en contra de los vientos liberales que soplaban y finalmente murió de vejeces el siglo XIX.
La institución inquisitorial, sin embargo, no es un invento español como mucha gente piensa, pero inevitablemente la gente la asocia con España. Esto tiene una explicación como veremos después y forma parte de la leyenda negra española. La inquisición nace en Francia. El catarismo es la doctrina de los cátaros, o al vigenses llamados así por la ciudad de Albi, un movimiento religioso de carácter gnóstico que se extendió por Europa occidental a mediados del siglo X y logró hacia el siglo XII.
Tenía influencias del maniqueísmo con sus dos fuerzas opuestas, el bien y el mal, representadas por la dualidad Jesús y Satanás. La iglesia católica consideró la doctrina de los catarros como herética. Nace así la Inquisición medieval establecida en 1884 mediante Bula Papal, como un instrumento para acabar con la herejía catará.
Frente a la creciente influencia y extensión de los catarros, la iglesia terminó por invocar el apoyo de la corona de Francia, para lograr su erradicación violenta a partir de 1209 mediante la cruzada al albigense. La Inquisición fracasó porque no dependía de una autoridad central, sino que era administrada por los obispos locales.
Por ello, el Papa Gregorio Noveno, creó en 1231 la Inquisición pontificia o Inquisición papal, dirigida por él mismo, confiándola empresa a la orden mendicante de los dominicos, fundada por Santo Domingo de Guzmán. La Inquisición pontificia funcionó sobre todo en el Sur de Francia y en el Norte de Italia. En España existió en la corona de Aragón, pero no en la de Castilla.
¿Cómo nació la Inquisición española?
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Remontémonos siglos atrás antes de que los reyes católicos creas en el tribunal del Santo oficio. Durante siglos, en la edad media, se había producido en los reinos de la Península Ibérica una convivencia relativamente pacífica, aunque no exenta de incidentes, entre cristianos, musulmanes y judíos (los judíos eran un grupo minoritario). A finales del siglo XIV hubo en algunos lugares de España una ola de violencia antijudía debido a las envidias que despertaban.
Los judíos sirvieron como chivo expiatorio para canalizar el descontento de una sociedad que pasaba hambre y veía con celo como la clase judía prosperaba, entre otras cosas, con el comercio y los préstamos con interés. Fueron especialmente cruentas las matanzas del año 1391 en ciudades como Sevilla, Valencia, Barcelona o Córdoba. Por ello, durante el siglo XV se va a producir una conversión forzosa de estos al cristianismo para escapar de la muerte.
Los cristianos viejos, los de toda la vida, sospecharon que muchas de estas conversiones no eran sinceras. Para descubrir y acabar con los falsos conversos, los Reyes Católicos decidieron que se introdujera la Inquisición española en Castilla, y el Papa dio su consentimiento en 1478 mediante la promulgación de una bula. Años más tarde la institución también se estableció en la corona de Aragón. El primer auto de fe, se celebró en 1481, donde fueron quemadas seis personas en la hoguera, la máquina inquisitorial se puso a rodar con fuerza.

Inquisición española, historia.
Entre las víctimas del primer año estaba Diego Susón, un judío con verso que amasaba una gran fortuna y según un relato planeaba una sublevación contra el Santo Oficio. Naturalmente, la fortuna de los supuestos judaizantes era confiscada y pasaba a manos de la iglesia. ¿Qué eran los autos de fe? Un auto de fe era un acto público organizado por la Inquisición española, lo que comenzó como un acto religioso para expiar pecado, si repartir justicia, sin mucha pompa, acabó siendo un espectáculo popular más o menos parecido a una verbena o a una corrida de toros.
Los autos de fe fueron ganando en solemnidad y duración. La gente acudía para verlos. También acabó acudiendo incluso el mismo rey. Hoy en día la Inquisición española está muy mal vista, pero en esa época los autos de fe eran extraordinariamente populares, sobre todo en el siglo XVI. En realidad no se ejecutaba a nadie en el acto en sí, sino que los condenados a muerte, que comparecían ataviados con el tradicional San Benito, eran entregados al brazo secular encargados de ejecutar la sentencia en un lugar cercano por la tarde o la noche sin teatralidad ceremonial y sin la presencia de las autoridades.
Eran montados sobre asnos y conducidos al fuego. Los que lograban escapar de la hoguera por haber huido o haber muerto durante los interrogatorios eran quemados en Efigie, es decir, a través de un muñeco del tamaño de un ser humano que los representaba. Conforme iban aumentando el número de inquisidores, se hizo necesaria la designación de un inquisidor general para la corona de Castilla y Aragón, que coordinase la actuación del organismo.

En 1463 se nombró para este cargo al Tomás de Torquemada. Con la creación de este puesto se centralizaba la dirección del Santo Oficio en una persona. El nombramiento correspondía al Papa, aunque eran los reyes en la práctica quienes proponían el nombre. El problema de los judíos no se arregló con la Inquisición española, sino más bien se agravó.
Finalmente, en 1492 los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos de España, mediante el Edicto de Granada, con la finalidad, según el decreto, de impedir que siguieran influyendo en los judeoconversos que abrazaron el cristianismo, llamados cristianos nuevos. Otros países de Europa como Francia, Inglaterra habían realizado expulsiones parecidas.
Las razones no solo fueron religiosas. También hubo un intento de restablecer del orden social. Se les dio un plazo a los judíos y se les permitió emigrar prácticamente con la totalidad de sus posesiones. Los reyes dejarían de ingresar los tributos de esta minoría. Aunque la pérdida más dramática fue el capital humano, a los judíos también se les permitió convertirse a la fe católica si no querían abandonar. Más o menos la mitad abandonaron. Unos 50.000 judíos, según las fuentes más fiables. Muchos de los que no se convirtieron seguían practicando su religión de manera clandestina.
En los primeros años de vida del Santo Oficio, los inquisidores no prestaron atención a la herejía en general. Se interesaron especialmente en vigilar a los judeoconversos. Los musulmanes seguían gozando plenamente de libertad religiosa, pero por poco tiempo. Cuando los inquisidores llegaban a una ciudad, leían el edicto de fe que era una larguísima relación de todas las creencias y conductas heréticas. A continuación se invitaba a los que habían cometido herejía a que se autodenunciasen o denunciasen a otros.
Hasta el año 1500 subo un periodo de gracia, un plazo de entre 30 o 40 días durante el cual el hereje no sería castigado con penas severas. Con un pago en metálico bastaba. Miles de conversos se presentaron voluntariamente ante los inquisidores. Algunos ni siquiera practicaban su religión en secreto. La tarde se iniciaría una dura persecución de los conversos que no se habían acogido a los periodos de gracia, iniciándose un auténtico terror colectivo. La mayor actividad del Santo Oficio se concentró en los primeros años, donde se realizaron auténticas tropelías sin pruebas convincentes, con testimonios muchas veces inconsistentes basados en rumores.
La inquisición no mató a decenas de millones de personas. Ni siquiera a millones. Esto lo sabemos bien, pues la Inquisición española tuvo un aparato burocrático enorme, y se han conservado una enorme cantidad de documentos sobre los procesos que ha permitido a los historiadores investigar minuciosamente el tema. En 1517 la iglesia se dividió en dos por la Reforma Protestante. Carlos I de España acabaría sucediendo a los Reyes Católicos y acabaría heredando los títulos de su padre Felipe el Hermoso, casado con Juana la Loca, convirtiéndose en emperador y en el hombre más poderoso del planeta.
También se erigió como defensor de la cristiandad católica. Los protestantes, sin embargo, tuvieron un arma muy poderosa para luchar contra el hombre más poderoso del mundo, la propaganda, con la imprenta de Gutenberg como aliada. Precisamente, a raíz de la propaganda lanzada por un caudillo protestante Guillermo de Orange, la Inquisición española adquirió esa fama de tribunal inhumano y monstruoso, pese a que el odio religioso estaba instalado en todos los rincones europeos.
La Inquisición española, tras un periodo de tranquilidad, se centró más en perseguir prácticas heréticas de protestantes y moriscos y otros delitos como blasfemia, bigamia, sodomía o brujería. Hay que aclarar que los moriscos eran musulmanes que fueron obligados forzosamente a convertirse al cristianismo.
La Inquisición española desde luego vista siglos después nos parece una barbaridad, por supuesto, esto es innegable. Pero ha llegado el momento de comparar algunos datos y de desmentir algunos tópicos. Los tribunales inquisitoriales, como hemos visto, eran mucho menos garantistas que los tribunales de hoy en día. Era el reo el que tenía que confesar un supuesto delito chivado por otra persona. Un delito secreto que no se le comunicaba al detenido.
Sin embargo, eran más garantistas que cualquier otro tribunal de su tiempo. El reo tenía muchas más garantías procesales que en los tribunales civiles ordinarios. Aunque no lo parezca, esto fue un enorme avance para la época. Además, en las cárceles inquisitoriales se daba mejor trato que en las cárceles seculares ordinarias.
Además, en las cárceles inquisitoriales se daba mejor trato que en las cárceles seculares ordinarias. Muchos de los detenidos en las cárceles civiles blasfemaban para que les juzgase el tribunal del Santo Oficio. Así pasaban a sus cárceles más decorosas y humanas que las otras. La Inquisición española, por supuesto, pasó a América en los territorios españoles, pero sus acciones no se dirigieron contra los indígenas sino contra el mismo perfil de gente que las sufría en Europa. Conversos, protestantes, blasfemos, etc.
La Inquisición española recurría a la tortura en pocas ocasiones. A menudo juntó a un médico y siempre bajo la supervisión de un inquisidor que tenía orden de evitar daños permanentes. Esto contrasta con las brutales torturas aplicadas por las autoridades civiles por toda Europa. El desarrollo de la tortura era registrado escrupulosamente por los secretarios. Las confesiones obtenidas durante el tormento no eran válidas por sí mismas y debían ser ratificadas en las siguientes 24 horas.
Además, el Santo Oficio tenía un manual de procedimiento que prohibía muchas formas de tortura usadas en otros sitios de Europa. De hecho, muchas de las sádicas torturas que se han atribuido a la Inquisición española simplemente no son ciertas. Las torturas encaminadas a arrancar una confesión, también comunes en tribunales civiles que se aplicaban en la mayoría de los casos, fueron las siguientes.
1. El potro. Se tumbaba al reo en una tabla con correas que se iban apretando. 2. La toca. Se introducía un paño empapado en la boca y se tapaba la nariz para crear una sensación de asfixia. 3. La garrucha. Se colgaba al reo de las muñecas con las manos atadas a la espalda. La Inquisición española apenas persiguió la brujería, propia de mujeres de clase baja, carentes de formación y, por tanto, con poca influencia en la sociedad. Contribuyó a sentar precedente el caso del inquisidor español Alonso de Salazar y Frías, cuya fama se debió principalmente a su participación en el Tribunal de la Inquisición española, que juzgó el caso de las brujas de Zugarramurdi en 1610.
Durante la sentencia y sobre todo en la posterior revisión del caso, destacó por su oposición a dar credibilidad a las teorías sobre brujería. Su exhaustivo memorial enviado a la Suprema, que era el máximo órgano de la institución, constituyó la base para que la jurisprudencia inquisitorial española fuera escéptica sobre la realidad de la brujería y que fuera muy reticente a tramitar denuncias por este tema. El historiador Jeffrey Parker cree que en los 350 años de existencia la Inquisición española causó unos 5.000 muertos. Henry Camming sitúa la cifra en unos 3.000. En un período similar, Alemania quemó a 25.000 brujas y en toda Europa se quemaron unas 50.000.
La intolerancia del protestantismo no fue menos tiránica que aquella que se le atraca al catolicismo. De hecho, el terror protestante, como acabamos de ver, fue mucho más violento y se cobró muchas más víctimas. Para terminar hay que hablar que el tribunal de la Santa Inquisición no fue solo español.
Ya hemos hablado de la Inquisición medieval francesa para combatir a los cátaros. También durante la Edad Moderna surgirían en Portugal y en Italia la Inquisición portuguesa y la romana. La romana es famosa por condenar a la hoguera a Giordano Bruno y por investigar a Galileo Galilei por sus teorías, aunque a Galileo nunca le llegaron a condenar a muerte, como mucha gente piensa. La Inquisición fue terrible, sin duda, pero no tanto como les hubiese gustado a los rivales de España.