Para empezar, vamos a definir el tema de quiénes fueron estos iberos o íberos y por qué se les llamamos así. El nombre de iberos, hace referencia a Iberia, término acuñado por los antiguos griegos. Ellos hacían referencia a los territorios conocidos por ellos de la península Ibérica. En este sentido, el topónimo se cree que puede proceder del nombre del río Íber. Río que algunos historiadores han asociado al actual Ebro. Hay otros que consideran que hace referencia a otro cauce, en este caso, situado en la actual provincia andaluza de Huelva.
A través de este artículo, os contamos hoy la historia de los iberos. El pueblo que, por sus características culturales, ha despertado misticismo e interés en los arqueólogos e historiadores, apasionados de las culturas europeas.
¿Quiénes fueron los iberos?
Tabla de contenido
Los íberos fueron un conjunto de pueblos que vivieron en la Península Ibérica prerromana. Los íberos o íberos, así llamaron los antiguos escritores griegos a la gente del levante y sur de la península ibérica. Esto para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. Sea como fuere, su uso se generalizó hasta la conquista romana, cuando el nombre se sustituyó progresivamente por el de Hispania.
A pesar de existir una gran diversidad dentro de ellos dependiendo de la zona geográfica que habitaban, todos los pueblos considerados iberos sí que compartieron una serie de rasgos comunes. Por ejemplo, su lengua, sus expresiones artísticas o sus creencias religiosas.

Son pueblos de los que conocemos su existencia ya desde, al menos, el siglo VI a.C. Son muchas las descripciones y referencias escritas sobre ellos por parte de historiadores clásicos, griegos y romanos. Heródoto o Polibio. Sumadas, a los numerosos hallazgos arqueológicos que han permitido reconstruir y acumular mucha información relacionada con su forma de vida y cultura.
Tenían formas de vivir distintas e, incluso, hablaban y escribían de formas varias. Basándonos en ello, distinguimos los siguientes grandes grupos: los íberos (íberos), andaluces y los levantinos
Escritura y lengua íberas
El íbero o ibérico fue una lengua paleohispánica (o familia de lenguas) hablada por los íberos en toda la costa mediterránea peninsular. Su extensión iría desde el río Hérault, en Francia, al norte, hasta no más al sur de Porcuna, en Jaén. En relación con su lengua, se sabe que, si bien tenía un raíz común, esta se manifestó con sus propias particularidades dependiendo de la zona de la que estemos hablando. Esto lo sabemos esencialmente a los caracteres propios de su escritura. De este modo, existió una escritura nororiental, más usada y que también es conocida como “levantina”.



Otra escritura, menos presente, que se supone que los iberos utilizaban, es conocida como escritura “ibera suroriental”. Algunos lingüistas y arqueólogos han identificado como precedente de la lengua y escritura tartésica. Por último, la escritura greco-íbera, una mezcla que surgió de la fusión con el alfabeto griego y que se utilizaba en zonas muy concretas. Como es el caso de las actuales provincias de Alicante y Murcia.
Sea como fuere, también se sabe que este idioma y su correspondiente escritura estuvo presente durante aproximadamente siete siglos. Desde más o menos el V a.C. hasta aproximadamente hasta el II d.C. Esto implica que se siguió usando hasta bastante tiempo después. De la conquista romana del levante y el sur peninsular, que tuvo lugar entre el siglo II-I a.C.
En cuanto a su desciframiento, deciros que hoy en día muchos de sus caracteres siguen sin poder ser traducidos. No obstante, hay una parte de ellos que sí ha podido serlo, sobre todo, al trabajo del historiador del arte y arqueólogo Manuel Gómez-Moreno. Durante los años 40 y 50 del pasado siglo XX realizó numerosos estudios e investigaciones relacionadas con las lenguas y escrituras paleohispánicas. Nombre que recibieron todas las lenguas que existieron en la península hasta la imposición del latín por parte de los romanos.
Como vivían y se organizaban los iberos (íberos)
En un principio, los pueblos ibéricos vivían en comunidades tribales. La tribu ibérica era una estructura social constituida por personas relacionadas con lazos de parentesco, teniendo un antepasado común que bien podía ser real o supuesto.
A pesar de que a los iberos se les considere mayormente como un pueblo homogéneo, lo cierto es que dentro de ellos, existieron varias formas de organización social y política. Sin embargo, algo que probablemente sí compartieron casi todos era su organización en ciudades-estado fortificadas, normalmente cerca de ríos o de posiciones elevadas como los cerros. Unas plazas denominadas por los romanos como oppidum, donde la sociedad estaba profundamente jerarquizada, y en la que una pequeña élite acumulaba el poder y gobernaba sobre el resto.

En este sentido, algunos historiadores afirman que uno de los elementos que más prestigio social otorgaba en la sociedad ibera, además de ser un buen guerrero, era el de poseer caballos. El caballo, eran un animal realmente preciado que daba estatus a las personas que los tenían.
Religión y cultos íberos
También parece que gozó de importancia social el sacerdocio. En el caso de los iberos, gracias a la información que han proporcionado muchos enterramientos, parece ser que las sacerdotisas desempeñaron un papel capital dentro ya no solo de sus creencias en particular, sino de su sociedad en general. Interpretando su papel en ella como intermediarias entre los dioses y el resto de la gente, pues según parece, creían que tenían un vínculo directo con las divinidades.
Por debajo de la élite guerrera y las sacerdotisas, parece que estuvieron los artesanos dedicados a las más variopintas actividades. Desde los fabricantes de ricas cerámicas, pasando por los costureros o zapateros, que fabricaban ropajes de diversa calidad según el nivel económico del cliente, hasta quizás lo más relevante dentro de ellos: los herreros. Encargados, como es obvio, de crear las armas y armaduras que utilizarían en batalla los guerreros. Unas armas entre las que destacaron las famosas falcatas, un tipo de espada genuinamente ibérica que se hizo realmente popular gracias a las descripciones que de ellas hicieron muchos de los cronistas griegos de la época.
Afortunadamente, tenemos muchos vestigios arqueológicos, como la encontrada en la localidad cordobesa de Almedinilla, que se encontró en un espectacular estado de conservación. Para acabar con la pirámide social tendríamos que hablar de los campesinos, que eran el grupo más humilde y también quizás más numeroso, encargados de los trabajos más duros y con menor prestigio a nivel social.
El toro era un animal al que los íberos le rendían mucho culto y que relacionaban con la diosa tierra como con divinidades del cielo. Este animal era tomado como un símbolo muy polivalente, usado para muchos tipos de rituales, además de otros animales sagrados como los linces, buitres y lobos.
Los rituales sagrados se celebraban en templos construidos a cierta distancia de los pueblos y ciudades. Los cultos se solían hacer coincidiendo con ciclos agrícolas y, en especial, con el solsticio de verano.
Economía de los iberos
Según parece, la agricultura era uno de los sectores más relevantes dentro de su economía. Lo sabemos por la gran cantidad de herramientas y utillaje especializado orientado a la actividad agraria, muy diversificada en cultivos que iban desde la clásica tríada mediterránea con el olivo, la vid y los cereales como el trigo. Y otros más particulares como las legumbres como los garbanzos, las lentejas o los guisantes. Hasta otros orientados a la producción de manufacturas, como en el caso del lino y el esparto, que se utilizaron para fabricar ropa, calzado o cordajes.
Dicho esto, otras actividades, ya en menor grado, a las que se dedicaron fueron la ganadería, especialmente la equina. Pues como he dicho anteriormente, los caballos eran un símbolo de prestigio, y que no solo eran utilizados para fines militares. También se usaron como animales de transporte o de tiro en labores de labranza.
Escultura y cerámica
La cerámica, la cual, acabó gozando de un gran prestigio en muchas zonas del mediterráneo. Ya que se encontraron restos de las mismas en varios lugares alejados como en Francia o Italia. Signo inequívoco de que fueron un producto solicitado y atractivo para los numerosos comerciantes. Los marítimos griegos o fenicios que hacían negocio con ellas utilizando como vía dicho mar.
No obstante, la manifestación artística más importante de la cultura de los iberos era escultura en piedra. También, pero en menor medida, en metales como el bronce. Escultura de la que sabemos que empezó a adquirir importancia en torno al siglo V a.C. Poco a poco fue perfeccionándose, adquiriendo en su particular estilo influencias de otros pueblos como los ya mencionados griegos. También los fenicios e incluso, otros autóctonos y vecinos como los celtas o los celtíberos.
Estas piezas destacan precisamente por su enorme variedad. Van desde las representaciones de personas, como son la propia Dama de Elche, la Dama de Baza o el Guerrero de Mogente. Las que representan a animales como es el caso de los famosos toros o leones, algunos antropomorfos como mi amada “Bicha de Balazote”. Y otros seres mitológicos como las esfinges, que como te imaginarás, son de clara inspiración oriental.

En muchos casos, estas esculturas parece que estuvieron relacionadas con las creencias religiosas de los iberos. Sobre este tema aún siguen existiendo numerosos interrogantes. Especialmente los relacionados con su interpretación y significado. Por ejemplo, el panteón de dioses de este pueblo sigue siendo bastante enigmático. Juzgando por el gran número de representaciones escultóricas, que algunos animales, como los propios toros, los lobos o los leones, seguramente jugaron un papel importante dentro de su religión.
Los iberos incineraban a sus difuntos guardando sus cenizas en cajas o urnas de cerámica de numerosas formas y tamaños. Eran depositadas junto a un ajuar en una tumba con forma de túmulo en necrópolis cercanas a los poblados. Es más, en los yacimientos donde se hallaron las esculturas de la Dama de Elche y la Dama de Baza, a sus pies aparecieron urnas funerarias como las que os estoy describiendo ahora.
Este pueblo tuvo numerosos santuarios donde realizaban ofrendas de todo tipo. La gran mayoría de ellos dentro de las murallas de sus asentamientos y ciudades, conservándose parcialmente algunos de ellos aún hoy. De hecho, son ejemplos muy famosos el del Cerro de los Santos, en la provincia manchega de Albacete. También el de El Cigarralejo, en la localidad murciana de Mula, o el de la Serreta, emplazado en Alcoy.