Hablamos sobre las fases de la conquista romana. Varias fueron estas fases en las que se desarrolló el fenómeno. Podemos dividir en cuatro etapas, la conquista romana de Hispania:
1: Desde la llegada de los romanos, a las guerras lusitanas y celtíberas: conquista romana de la zona Sur y Este (218 – 154 a. C.)
2: Enfrentamiento con los pueblos lusitanos y numantino (asedio) (154 – 133 a. C.)
3: Conquista romana de las zonas indómitas al Norte de los anteriores, exceptuada la franja cantábrica (133 – 29 a. C.)
4: Conquista romana de la zona cántabra (29 – 19 a. C.)
La llegada de los romanos a la península ibérica en el año 219 no fue casual. Desembarcaron como una fuerza militar dispuesta a derrotar a sus enemigos, a los cartagineses, a los que ya habían conquistado, las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Los cartagineses ya estaban bien establecidos en la península ibérica y, por tanto, mientras la controlarán, constituían una amenaza para la expansión romana. La guerra de Hispania duró unos 12 años tras los cuales Cartago terminó como potencia mediterránea.
Los romanos, decían ser libertadores de las tribus ibéricas que se encontraban bajo dominio cartaginés, pero una vez en la península pronto, se dieron cuenta del potencial económico del territorio. Por lo que el principio de liberar a los nativos de sus señores cartagineses, pronto fue reemplazado por el de la residencia permanente y su romanización.
Ya en el 197 Roma dejó claras sus intenciones cuando dividió sus posesiones conquistadas en dos provincias. La Hispania Citerior que recorre la costa este y el interior y la Hispania Ulterior que abarca el sur dela península. No está claro si la expansión desde el Sur y el Este al resto de la península fue planeada o si más bien fue el resultado de la iniciativa personal de gobernantes ambiciosos. Sea como sea, fue la primera vez que prácticamente toda la zona quedó controlada por una potencia.

La península ibérica en la época de la llegada de los romanos estaba estructurada por grupos tribales. Aislados por barreras geográficas que, entre otras cosas, hicieron más fácil la conquista romana, pues, las tribus por separado no podían ofrecer una posición cohesiva a los recién llegados.
Sin embargo, los romanos encontraron una enorme resistencia, especialmente de los celtas del norte y noroeste. La lucha por la península duró casi dos siglos. Si comparamos con los diez años que le tomó a Julio César conquistar la vecina Galia o los cincuenta años para conquistar Britania, podemos concluir que la conquista romana de Hispania fue dura y prolongada.
Podemos dividir la conquista romana de la península ibérica en varias fases, siendo la primera la de mayor expansión y mayor resistencia. Los métodos empleados variaban según las circunstancias, también supieron aprovechar las disputas que existían entre las tribus. De hecho, algunas tribus conspiraron con los romanos, para derrotar a sus vecinos. Otras, se sometieron, mientras que las más insumisas fueron derrotadas en batalla.
La primera fase de la dominación y conquista romana, culmina con dos grandes hazañas: la guerra de Viriato y el asedio de Numancia. Durante unos 10 años, desde el 147 hasta el 138 a. C., los lusitanos ubicados en el oeste de la península libraron una enérgica lucha bajo el mando de un líder llamado Viriato. Según la creencia popular, Viriato era un pastor, pero sus habilidades organizativas y militares eran brillantes.
Aparentemente, se convirtió en líder, después de escapar de la masacre de unos 8.000 lusitanos, tras una derrota del gobernador romano de Hispania Citerior, Servio Sulpicio Galba. Los actos llevados a cabo por Galba fueron tales que incluso provocaron condenación en Roma y por supuesto el levantamiento de los lusitanos.
Empleando tácticas de guerrilla, Viriato causó mucho daño mientras movía sus tropas rápidamente sobre grandes áreas del sur y suroeste de la península. Finalmente, su rebelión termino en el año 138, después de que dos ayudantes sobornados por los romanos acabaran con su vida mientras dormía.
El segundo foco de resistencia nos lleva a la parte norte de la meseta a Numancia. Entre los tramos altos del río Duero. Numancia se ha convertido en una leyenda, según la cual tras un asedio de más de un año, sus habitantes, antes de rendirse incondicionalmente, prefirieron incendiar su ciudad y acabar con sus propias vidas.
La historia, sin embargo, es un poco diferente, ya que aunque hubo un largo asedio y algunos de los numantinos murieron por sus propias manos, lo cierto es que la mayoría se rindió. Unos 50 fueron enviados a Roma para celebrar un triunfo, mientras que el resto fueron vendidos como esclavos y la ciudad quedó completamente arrasada. La conquista romana de Numancia ciertamente resultó muy difícil.

En Roma los senadores estaban tan enojados por la falta de éxito de su ejército que enviaron a uno de sus mejores generales. Escipión Emiliano, el cual ya era famoso por arrasar Cartago en el año 146 a. C. Escipión vino con una fuerza enorme. Contaba con 300 catapultas e incluso 12 elefantes. Escipión aisló la ciudad, rodeándola con empalizadas y desconectando la del río Duero para dejarla sin suministros, provocando eventualmente su rendición. Los romanos triunfaron materialmente, pero la leyenda conservó el nombre Numancia como ejemplo de voluntad y orgullo colectivo.
La caída de Numancia supone la culminación del primer periodo de la conquista romana de la península, pero no significa el fin de las hostilidades. Las diversas tribus, especialmente los celtíberos, fueron difíciles de controlar y se rebelaron varias veces. Además, dos grandes guerras civiles dentro de la república durante el siglo I a. C., abarcaron todo el mediterráneo y también suelo hispano. El resultado de esos conflictos supuso el fin de la república y el comienzo del imperio romano bajo Octavio, más conocido como Augusto, el primer emperador.
El ascenso de Augusto coincide con la segunda de la conquista romana de Hispania, dirigida ahora contra las tribus aisladas celtas del noroeste. Los territorios de la cordillera cantábrica son inmensamente ricos en minerales y oro. Las guerras cántabras, como se las conoce habitualmente, se iniciaron en el año 29 a. C.
Durante los siguientes 10 años los romanos libraron una dura batalla en una de las zonas más accidentadas de la península formada por empinadas colinas y estrechos valles, frecuentemente húmedos en verano y nevados en invierno. Pero además de eso, los celtas combatían con guerrillas y emboscadas, unos métodos que eran difíciles para los romanos, los cuales estaban acostumbrados a luchar en formación.
La lucha fue tan salvaje y feroz que se convocó a siete legiones. Las bajas fueron tan altas que la moral de los romanos estaba muy tocada. La persistencia romana, finalmente prevaleció, pero no antes de que el propio Augusto tuviera que partir hacia Asturias para comandar él mismo el ejército, en el año 26 a. C. El final de la conquista romana de Hispania y la transición de república a imperio, coinciden con el gobierno de Augusto.
Después de conflictos que duraron unos 200 años, Hispania por fin se estabilizó y pudo gozar de dos siglos de paz y prosperidad bajo la famosa “Pax Romana”. Fue entonces cuando los valores romanos se consolidaron, creando prosperidad en Hispania y dejando una huella que duraría hasta nuestros días.